Pues los poetas son
pequeños animales en disturbio
con la sed en los ojos y en la
garganta amor


(Jesús Hilario Tundidor)

jueves, 12 de julio de 2012

La Nouvelle Vague O El Cine Del Exceso





Vamos, que ya me esperaba algo así: Godard, Anna Karina y el añadido de "Una película en doce cuadros". Era el plato fuerte de la programación semanal del CICUS, y el hecho de que no quedara un solo asiento libre (incluso esquinas donde sentarse) quince minutos antes del inicio lo corroboraba. Porque el exceso es la palabra, y parece que hasta el público quedó contagiado por ella. Exceso ejemplificado en típicos recursos llevados hasta la degeneración.
En un momento dado, la protagonista acude a un cine a ver "La pasión de Juana de Arco". Como resulta habitual, un director suele mostrar unas breves imágenes del film elegido en una suerte de tributo al mismo (o al cine en sí) que sirva de línea balanceada entre ambas historias. Pero no será el caso. El francés corta y pega íntegramente una escena de la obra de Dreyer que, aunque excelente, sólo aporta una impresión de impostado relleno de metraje.
En otra parte, Nana (Karina) se encuentra en un salón de billar y decide bailar una canción. Un tipo de secuencia tan habitual como manida en multitud de películas. Pero aquí se nos regala una de tal duración y tan poca trascendencia /sustancia como la del célebre baile de "Banda aparte". Moraleja: cuando una broma se hace pesada pierde su gracia.
Como último ejemplo, a través del "cuadro" número nueve, el cachondo de Jean-Luc sacia sus inquietudes filosóficas con un diálogo casi platónico entre Nana y un curioso desconocido que casualmente parece ser un erudito en el existencialismo, todo ello practicamente a plano fijo durante ocho minutos. Karina aparta sus ojos un instante del desconocido, los dirige a un punto incierto entre el infinito y la cámara. Y entonces imagino a su cerebro pronunciando la misma sentencia que el cerebro de Homer Simpson dirige a su cuerpo en un capítulo antológico: "Tú puedes quedarte, pero yo me piro". Por desgracia, la realidad pocas veces está a la altura de mis ensoñaciones.
Y en fin, mejor no me detendré a diseccionar el "epílogo", con esa otra frase mítica que pronuncia uno de los gánsteres: "Dispara tú, he olvidado ponerle balas". Esta vez fue mi imaginación la que no estuvo a la altura de semejante realidad. Y quizá sea ese el objetivo de la nouvelle vague, quizá el rupturismo de las formas consista en que el espectador no imagine con qué nueva broma pueden sorprenderle. Quizá, después de todo, sí que existe un ejercicio intelectual. Visto así, puedo decir entonces que "Vivre sa vie" es una de las mejores películas de la historia.

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